No es tu aliento seco y malo,
tu barba rasposa,
lo pegajoso del sabor de tus ingles.
Tu cabello sin cepillar.
No es tu locura.
Tu sexo rápido o tardado,
tus problemas de lenguaje
y falta de saliva al hablar,
las prácticas báquicas
de dos días a la semana,
el múltiple pensamiento
de estar aquí, allá y en otros lados,
tampoco tu lengua sarrosa y agrietada.
Me decías
mientras te hablaba
con más humo que sonido,
no es eso,
me decías,
por lo que quiero que quites tu mano
de en medio de mis piernas,
es por tus temores atávicos por el futuro
y los niños, mi hermana, su amante
y la gente que va en ese
camión al trabajo
y nos observa,
me decías,
y el calor corría por mis
huesos temblorosos.
Por Ataúd Martinolli
tu barba rasposa,
lo pegajoso del sabor de tus ingles.
Tu cabello sin cepillar.
No es tu locura.
Tu sexo rápido o tardado,
tus problemas de lenguaje
y falta de saliva al hablar,
las prácticas báquicas
de dos días a la semana,
el múltiple pensamiento
de estar aquí, allá y en otros lados,
tampoco tu lengua sarrosa y agrietada.
Me decías
mientras te hablaba
con más humo que sonido,
no es eso,
me decías,
por lo que quiero que quites tu mano
de en medio de mis piernas,
es por tus temores atávicos por el futuro
y los niños, mi hermana, su amante
y la gente que va en ese
camión al trabajo
y nos observa,
me decías,
y el calor corría por mis
huesos temblorosos.
Por Ataúd Martinolli
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