Hace aproximadamente 4 años tuve la oportunidad de leer esta leyenda y hasta donde llega mi conocimiento no sé si es verídica o inventada; pero al parecer podemos decir que es una leyenda que aborda el tema del vampirismo en el México anterior a la conquista, durante la conquista y hasta el virreinato, esta leyenda trata sobre:
Una inundación que toma la primera catedral de Oaxaca, sacando los ataúdes de sus entierros y esparciéndolos por todos lados. Entre todos los ataúdes, un ataúd blanco es el que sobresale de los demás, y al devolver los ataúdes a su lugares correspondientes, los hermanos de la orden no saben de qué parte de la tierra se desenterró ese ataúd, y menos aún conocen su origen ya que es un ataúd sin nombre o algún escrito sobre quién es el que descansa ahí.
Uno de los monjes, al estar manipulando el sarcófago, se detiene un momento a descansar sobre este ataúd, y al levantarse observa que la parte baja de su hábito está rasgada. En ese momento no le da mucha importancia al asunto; pero más adelante un joven organista descubre una abertura en una esquina inferior del ataúd, y movido por la curiosidad introduce un rollo de pergamino con notas, ya que escucha un sonido de movimiento y él lo atribuye a alguna rata o roedor refugiado en el sarcófago. Al introducir el pergamino siente que algo o alguien, en lugar de roerlo, jala el pergamino con fuerza, rasgando la parte más anterior de éste, dejando un rastro mohoso en el pergamino restante. Al ser observado todo esto, el joven organista queda pasmado de terror y huye hasta toparse con el Padre Superior, a quien le cuenta todo lo sucedido, insistiendo que hay algo vivo dentro del sarcófago. Después de esto, el Padre Superior, alumbrado con una vela, se acerca a la hendidura donde el joven organista introdujo el pedazo de pergamino, y al pegar el ojo grita asustado: ¡Santo Dios!
Una vez confesando lo que vio al Señor Oidor, el Padre superior explica que lo que vio es una mezcla entre un ser humano y un animal, quizás un espíritu maligno, por lo que llegan a la conclusión de que deben hacer un exorcismo al ataúd. Esa noche que exorcizaron el ataúd, después de los rezos y salmodias religiosas, se ordenó abrir aquel sarcófago, haciendo que los hombres trabajasen arduamente para abrirlo, ya que la tapa estaba sellada al sarcófago. Una vez que la hicieron caer en el suelo, la tapa hizo un ruido muy estrepitoso, y salió una fuerte ráfaga de la nada apagando todas las velas que alumbraban en ese momento la nave de la iglesia, entonces, ante la mirada atónita de los frailes, un ser sin forma escapó del ataúd.
Cuando todo aquello pasó y se encendieron los faroles, descubrieron que el Oidor y un fraile estaban muertos de miedo, también se descubrieron unas huellas en el lodo, hechas por un ser desconocido y que nadie pudo identificar, es entonces que los frailes consultaron al santo oficio en España por todo lo sucedido. Cuando revisan el ataúd descubren dos cosas, el fragmento de hábito de uno de los monjes, y el pedazo de pergamino arrancado al organista.
Nunca se supo bien qué sucedió, ni qué escapó del ataúd; pero la leyenda dice que en 1935, cuando en la guerra cristera sucedió el gran saqueo a las iglesias católicas, se retiró un ciprés plantado en 1718 frente al altar mayor, y en él encontraron un sarcófago blanco.
Una inundación que toma la primera catedral de Oaxaca, sacando los ataúdes de sus entierros y esparciéndolos por todos lados. Entre todos los ataúdes, un ataúd blanco es el que sobresale de los demás, y al devolver los ataúdes a su lugares correspondientes, los hermanos de la orden no saben de qué parte de la tierra se desenterró ese ataúd, y menos aún conocen su origen ya que es un ataúd sin nombre o algún escrito sobre quién es el que descansa ahí.
Uno de los monjes, al estar manipulando el sarcófago, se detiene un momento a descansar sobre este ataúd, y al levantarse observa que la parte baja de su hábito está rasgada. En ese momento no le da mucha importancia al asunto; pero más adelante un joven organista descubre una abertura en una esquina inferior del ataúd, y movido por la curiosidad introduce un rollo de pergamino con notas, ya que escucha un sonido de movimiento y él lo atribuye a alguna rata o roedor refugiado en el sarcófago. Al introducir el pergamino siente que algo o alguien, en lugar de roerlo, jala el pergamino con fuerza, rasgando la parte más anterior de éste, dejando un rastro mohoso en el pergamino restante. Al ser observado todo esto, el joven organista queda pasmado de terror y huye hasta toparse con el Padre Superior, a quien le cuenta todo lo sucedido, insistiendo que hay algo vivo dentro del sarcófago. Después de esto, el Padre Superior, alumbrado con una vela, se acerca a la hendidura donde el joven organista introdujo el pedazo de pergamino, y al pegar el ojo grita asustado: ¡Santo Dios!
Una vez confesando lo que vio al Señor Oidor, el Padre superior explica que lo que vio es una mezcla entre un ser humano y un animal, quizás un espíritu maligno, por lo que llegan a la conclusión de que deben hacer un exorcismo al ataúd. Esa noche que exorcizaron el ataúd, después de los rezos y salmodias religiosas, se ordenó abrir aquel sarcófago, haciendo que los hombres trabajasen arduamente para abrirlo, ya que la tapa estaba sellada al sarcófago. Una vez que la hicieron caer en el suelo, la tapa hizo un ruido muy estrepitoso, y salió una fuerte ráfaga de la nada apagando todas las velas que alumbraban en ese momento la nave de la iglesia, entonces, ante la mirada atónita de los frailes, un ser sin forma escapó del ataúd.
Cuando todo aquello pasó y se encendieron los faroles, descubrieron que el Oidor y un fraile estaban muertos de miedo, también se descubrieron unas huellas en el lodo, hechas por un ser desconocido y que nadie pudo identificar, es entonces que los frailes consultaron al santo oficio en España por todo lo sucedido. Cuando revisan el ataúd descubren dos cosas, el fragmento de hábito de uno de los monjes, y el pedazo de pergamino arrancado al organista.
Nunca se supo bien qué sucedió, ni qué escapó del ataúd; pero la leyenda dice que en 1935, cuando en la guerra cristera sucedió el gran saqueo a las iglesias católicas, se retiró un ciprés plantado en 1718 frente al altar mayor, y en él encontraron un sarcófago blanco.
Leyenda Virreinal Oaxaqueña, aporte de Abshalom Benítez Aguilar
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