Han pasado algunas semanas desde nuestro encuentro y aún tengo el sabor de tu piel en mis labios. Habías tenido un accidente y dos días después te llevaron a mi "zona", entré y te vi tendido en aquel incómodo lecho; estabas apenas cubierto por una delgada manta, ensangrentada por culpa de algunas heridas que aún no cicatrizaban.
Me acerqué y al ver tu rostro un espasmo recorrió mi cuerpo, tu pálida piel contrastaba con aquel negro cabello que caía a raudales por tus hombros y por tu faz. Las heridas de la misma, aunque grandes y profundas, permitían darme cuenta de lo bello que eras, el olor que tu cuerpo desprendía activó todo mis sentidos, estarías bajo mis cuidados personales las siguientes cuatro horas, así que decidí divertirme un rato contigo: Descubrí tus encantos de un sólo tirón a la sábana. Mi nariz pasó por tu piel al igual que mi lengua. Me detuve y caminé hacia la puerta –mejor cierro con seguro– pensé; no era conveniente que nos descubriesen en tan comprometedora escena. Regresé a ti, lamí con urgencia tus heridas, entraba en ellas embriagándome del sabor tan penetrante que me brindaban mientras despojaba a mi cuerpo de tan estorbosas ropas; con mis manos urgí tu piel, la mordí, te desee más y más a cada beso, a casa susurro, a cada gemido.
Me acerqué y al ver tu rostro un espasmo recorrió mi cuerpo, tu pálida piel contrastaba con aquel negro cabello que caía a raudales por tus hombros y por tu faz. Las heridas de la misma, aunque grandes y profundas, permitían darme cuenta de lo bello que eras, el olor que tu cuerpo desprendía activó todo mis sentidos, estarías bajo mis cuidados personales las siguientes cuatro horas, así que decidí divertirme un rato contigo: Descubrí tus encantos de un sólo tirón a la sábana. Mi nariz pasó por tu piel al igual que mi lengua. Me detuve y caminé hacia la puerta –mejor cierro con seguro– pensé; no era conveniente que nos descubriesen en tan comprometedora escena. Regresé a ti, lamí con urgencia tus heridas, entraba en ellas embriagándome del sabor tan penetrante que me brindaban mientras despojaba a mi cuerpo de tan estorbosas ropas; con mis manos urgí tu piel, la mordí, te desee más y más a cada beso, a casa susurro, a cada gemido.
En mi desesperación mordí tus labios, ya que era tan excitante el tratar de que entrases en mí, más aún ante la dificultad de estar en cuclillas sobre ti en tan reducido espacio, debido al éxtasis del momento no reparé y sustraje un poco de tu carne: Una gota de sangre purulenta escurrió de tu herida. Y con desgano comprendí que no podrías poseerme, así que decidí hacerlo yo; con gusto bajé a tu miembro, jugué con él por un rato ayudado por mi boca, mi lengua... mis manos. Con dificultad nuevamente subí a la plancha, lubriqué aquella divina entrada con mis labios y te penetré con la mínima delicadeza debido a la catarsis de la que era objeto. Entré y salí con fuerza, con pasión, trataba de no gritar pero me era casi imposible, y tus heridas se habrían más y más a cada embestida, expulsaban líquidos putrefactos de los que mi boca disfrutó, y con mis uñas perforé tu piel, desgarrándola a mordidas.
Tu cuerpo se tensó por el rigor mortis, apretaste mi miembro con tu ano de tal forma que una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo entero y eyaculé dentro de ti placenteramente...
Tu cuerpo se tensó por el rigor mortis, apretaste mi miembro con tu ano de tal forma que una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo entero y eyaculé dentro de ti placenteramente...
Exactamente a las 4 horas vinieron por ti, terminé la autopsia a tiempo a pesar de lo anterior. Pero mi alma se fue contigo, asistí al sepelio y lloré cuando bajaban tu ataúd a esa oscura y fría morada... no te he podido olvidar. Por ello estoy aquí.
Ya sólo faltan unos cuantos centímetros, tan sólo unos cuantos y daré con tu féretro. Te sacaré de ahí y estarás conmigo, a mi lado por siempre; e incluso hoy te disfrutaré más, ya que tu piel estará un poco más jugosa.
Por Raziel Soul R.
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