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martes, 18 de marzo de 2014

Él

Resplandecía y resplandecía,
otras,
agonizaba y agonizaba,
silenciosamente.
Estaba tan lejano, años luz;
pero lo podía tocar con la mente.
Yo lo seguía con la mirada humedecida.
Me dio tres abrazos, antes de desvanecerse.

Anoche lo dibujé tantas veces,
hasta que sangró mi mano adolorida.
¡Quédate! aunque sea un momento;
pero que sea el mejor de nuestra vida,
te susurrare al oído un poema infinito,
quiero pernoctar en tus sueños, alma mía.

¡Se clava, se entierra, me desgarras!
¡Mírame, mírame, ten piedad de mí!
Extiendo mi mano para poder tocarte
y te desvaneces en ilusiones enfermizas.
¿Cuándo serás tú, el que venga a mi encuentro?

¿Cuándo la soledad dejará de ser mi única compañía?

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