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martes, 18 de marzo de 2014

¿A qué debe aspirar la educación?

La educación debe aspirar a hacernos más humanos. Nos encontramos con un modelo educativo basado en la ciencia, la tecnología y la economía, dejando de lado las humanidades; una educación que, más que formar personas con criterio, parece formar personas vacías y enajenadas con las situaciones políticas, económicas, sociales y ambientales que enfrenta la humanidad. Tal parece que el propósito es formar individuos esclavizados, dispuestos a obedecer sin cuestionar; listos sólo para trabajar.

Las organizaciones internacionales pretenden, desde hace años, imponer un modelo educativo por competencias en muchos países alrededor del mundo. Sin embargo, no se toman en cuenta las diferencias culturales y económicas en cada una de estas naciones. Por lo que no resulta muy igualitario el hecho de pretender que un país subdesarrollado adopte el modelo educativo de un país desarrollado. Además, como lo mencioné anteriormente, la educación actual se centra en “dormir” a los individuos y retirar de ellos la capacidad de crítica. Es así como vemos excluidas del bachillerato materias que correspondían al área de humanidades (como es el caso de la filosofía y la lógica), y por el contrario, se agregan unas cuantas que corresponden al área de lo económico administrativo (esto como si el propósito fuese crear individuos superficiales y poco reflexivos; pero un tanto encaminados al sector empresarial y mero interés monetario). Un ejemplo de esto lo encontré en el testimonio de un amigo estudiante de ingeniería, que además de la educación que recibe propia de su carrera, se agregan otras materias que tienen que ver con la imagen que se da, dando a entender, que es más importante la imagen que los conocimientos adquiridos.

¿Para qué dar una clase de humanidades en una ingeniería, si lo que importa son los proyectos que tenga el ingeniero una vez que esté laborando?

El impacto que su trabajo tenga, suponiendo que afecta a otros, poco importa. Lo verdaderamente importante es si dicho proyecto ha generado beneficios monetarios a un determinado sector.

Por otra parte y sin generalizar, ¿cuántas veces nos hemos encontrado con algunos estudiantes de medicina o médicos profesionales con actitud de semidioses? ¿Dónde queda el médico dispuesto a salvar vidas y restaurar la salud de las personas? Muchos de ellos se encuentran en el sector de salud por lo que representa económicamente su profesión. Como ejemplo encontramos casos como los de Oaxaca, donde se negó la atención médica a dos mujeres indígenas que presentaban síntomas de parto, y que debido a la negativa del personal del hospital terminaron por dar a luz fuera de sus instalaciones.

El rumbo que lleva la educación se está transformando de acuerdo a las exigencias de la economía mundial y al estilo de la novela “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, donde los individuos son buenos para su rama; pero mediocres o poco abiertos a todo lo demás.

Y es que a fin de cuentas, la educación en cualquier país no sólo debe implicar modelos educativos o leyes, también tiene que ver con la percepción que ha sido formada en los seres humanos al respecto de su entorno y su papel en un determinado contexto.

El modelo educativo por competencias sería útil, tal vez, si eso que se muestra de facto fuera implementado en las aulas con una visión de progreso unificado y un tanto más humano, sin tener que eliminar materias “pensantes”. Porque, siguiendo el rumbo actual de la educación, se busca crear fuerza de trabajo que se adapte a los voraces modelos económicos vigentes. Y en este caso nos encontraremos, si es que no lo hemos hecho ya, con lo que menciona el periodista estadounidense Chris Heges: “Ahora vivimos en una nación en la que los doctores destruyen la salud, los abogados destruyen la justicia, las escuelas destruyen el conocimiento, el gobierno destruye la libertad, la prensa destruye la información, la religión destruye la moral y los bancos destruyen la economía”.


Por Laura Ochoa

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