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viernes, 31 de enero de 2014

Nunca, digas nunca

¡Nada es eterno!
Tus lamentos han terminado.
Ahora descansas bajo el cielo gris.
Quedarás sola en la oscuridad,
respirando humedad.
Serás la poetisa de la muerte,
escucharás los rezos de los agobiados,
sentirás el frío del mármol
y extrañaras mis brazos.
¡No temas!
No llores más porque el amor se te acaba,
¡oh! mi bella amada, mujer seductora,
¡nunca te comprometas!
Huye del que se pueda comer tu corazón,
es mejor no sentir, para no sufrir.
No mires a los ojos de los hombres,
te robarán el alma,
eso, si es que aún la tienes, mi dulce princesa.
¡No desees la eternidad, puede ser tu condena!

Bésame, muerde mi lengua,
mira mi cuerpo desnudo, arde en mis brazos.
No tengas pudor, que todo lo que hay en ti
me es preciado como la divinidad misma.
¡Si quieres mátame!
Arráncame el corazón, bebe mi sangre,
frótalo contra tu vagina, saboréalo con tus fluidos.
¡Cómeme, destrózame!
¡Hazle el amor a mis vísceras!
Cuando cortes mi cabeza, estréchala contra tu pecho.
Tu cuerpo sentirá el erotismo del dolor.
Mi dulce amada, sé cruel conmigo,
soy tu hombre guerrero,
quiero verte sonreír, en el orgasmo de la muerte...

Cuídate amada mía, nunca te comprometas,
puedes terminar tres metros bajo tierra.
Si decides quedarte conmigo,
y amarme hasta que todo acabe,
seré yo el que te proteja de los peligros,
el que te diga todos los días que te ama;
pero si prefieres vivir sin mí,

Te cortaré el cuello para nunca ver tu rostro.

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